jueves, 25 de julio de 2013

DON CORSO PUBLICA



“Sentado tranquilamente en la silla frente al trajeado Director se encuentra el Sr Corso. Cruzada la pierna derecha con el tobillo descansando al final de la rodilla izquierda, estirado su traje negro, no quita las gafas oscuras que lleva puestas. Con un palillo va limpiando tranquilamente los milimétricos espacios que existe entre los dientes. A mano, siempre, un blanco pañuelo con el que limpiar sutilmente los labios. En un borde del pañuelo, de azul teñido una letra corrida. El trajeado se lee pacientemente unas hojas que le ha llevado D. Corso.
Don Corso está relajado. Nada le inmuta. Nada le preocupa. Mira las uñas de su mano izquierda esperando a que se decidan por la publicación de su artículo. A firmado en rojo: Yo, el Corso.

- Un artículo excepcional ¿Las fuentes son fiables?- Pregunta el Director de la revista mientras se apoltrona en comodidad excesivamente manifiesta en su sillón de piel marrón girando lentamente izquieda derecha, derecha izquierda.

- ¿Qué fuentes? – replica impasible el gran Corso sin ni tan siquiera mirar a los ojos de su interlocutor.

- El artículo que nos aporta contiene una serie de hechos reveladores muy interesantes, pero goza esta revista de seriedad en sus publicaciones, y nos gusta que nuestros colaboradores aporten información veraz, contrastada.

- Las fuentes son de toda confianza- contesta Corso mientras roza con la punta de la lengua uno de sus colmillos superiores.

- La verdad... es inédito.

- Inédito, sí- se roza con la mano izquierda la oreja izquierda mientras su cabeza gira ligeramente a la derecha mirando hacia el corner del despacho, ángulo de 90 grados de las paredes que cierran el habitáculo por el nordeste del espacio.

- Le ha debido de llevar mucho tiempo.

- Una semana recopilando información.

- Me refiero para redactarlo- contesta el director con ánimo de agasajar a su interlocutor.

- Eso fue rápido, menos de cinco minutos.

- ¿Cómo dice?- Se incorpora en su asiento el Director a mirar las letras transcritas a fin de intuir las pulsaciones por minuto, gran mecanógrafo a su presencia.

- Es que tengo un ordenador potente. Seleccionar, copiar y pegar lo hace en segundos- Corso limpia con el pañuelo la última gota de tinta que caía de su colmillo”.

Quiero aprovechar este espacio de mi blog para elogiar a una persona que tiene el suyo propio y que he tenido ocasión de leer, no todo por no disponer de tanto tiempo, pero si algunos aportes de sumo interés, pero sobre todo por su última publicación. Bajo el título Vampiros de ideas: los estafadores, Sr Dragón elabora toda una disertación sobre los derechos de autor y las usurpaciones y plagios que se cometen por estos mundos del ciberespacio, y del munto que no es tan cibernético, el más real.

Las opiniones doctrinales han sido múltiples, pero se podrían hacer dos concepciones básicas contrapuestas. Los que defienden que la cultura, las obras, no son propiedad exclusiva del que las elabora, sino de toda la sociedad pues son el resultado de los conocimientos que la propia sociedad ha dado al autor, y los que, frente a esta tesis, defienden que la elucubración del escritor requiere de un reconocimiento y otorgarle una serie de derechos en torno a su obra, sobre todo los referentes a paternidad, integridad y explotación, cuando menos durante su vida, pues supone un reconocimiento al esfuerzo y al ingenio. Debemos integrarnos en el segundo posicionamiento, pues aun cuando podamos pretender fines no lucrativos, a todos nos gusta gozar del reconocimiento de nuestros actos. ¿Vanidoso? No, humano.
Somos muchos los que hemos decidido hacer pequeños aportes a la literatura con pequeños artículos de opinión, modestos relatos o simplemente, comentarios que por sus razonamientos se convierten en opiniones personales que trascienden el mero hablar por hablar. No cabe duda que no todos tenemos las cualidades de Cervantes, de Delibes o Quevedo, citando solo unos muy poquitos de los grandes de nuestras letras, pero que en nuestro pequeño esfuerzo, dejamos que la imaginación o el pensamiento fluya y transmita ideas, sentimientos o sensaciones. Somos seres humanos, nos relacionamos, nos comunicamos, y tenemos necesidad de decir algo (al menos en ocasiones). Muchos de nosotros no aspiramos a obtener réditos de estos escritos, ni notorio reconocimiento que nos lleve a recibir un galardón a las letras, pero sí el reconocimiento mínimo de que eso que decimos es nuestro. Nosotros lo compartimos, pero sin que deje de ser nuestro.
Repaso la Ley de Propiedad intelectual, aquella que nos ofrece amparo para poder decir que lo que hemos escrito y comunicado es nuestro y solo nuestro. Es conveniente recordar que todos aquellos que nos enfrentamos ante el terror de un folio en blanco a completar con ideas estamos amparados para instar a que se reconozca aquello como nuestro. El registro de la titularidad de la obra en el Registro de Propiedad Intelectual no es constitutivo (exposición de motivos del Real Decreto 281/2003), sino solo declarativo: da publicidad de un hecho, que ese autor ha elaborada esa obra, pero que existen en el mundo jurídico antes de la inscripción, no con la inscripción. Por lo tanto, ya están protegidas antes de su publicidad registral. No es la Inscripción de la obra inédita la genera el derecho de autoría sobre la misma, sino que lo que hace a la obra inédita y de una persona concreta es su redacción y su firma bajo nombre, pseudónimo o signo que lo represente (art 5 y 6 de la Ley de Propiedad Intelectual, Real Decreto Legislativo 1/1996), por lo que mientras podamos acreditar por cualquier medio de prueba admitido en derecho que la obra es nuestra, inédita, podremos exigir el reconocimiento público, y si algún beneficio obtiene el usurpador, instar que se nos indemnice por ello, y no cabe duda que los blogs se han convertido en un medio de difusión pública que, siendo cierto que otro puede usar nuestras ideas, tenemos prueba fehaciente de que es algo que hemos hecho nosotros. Cabría hacer un estudio pormenorizado de los concpetos de plagio y publicaciones de notorio conocimiento, pero excedería de los fines del aporte, que no es otro que reforzar lo expuesto por Dragón en su blog, y en este sentido diré que se puede defender la condición de inédito y propio de un escrito por la existencia de elementos como los  archivos de ordenador, fecha de integración en el blog, difusión entre conocidos y terceros, carpetas del correo electrónico en el que se integra… tomo el concepto de vampiro que da Dragón en su artículo y aquí os digo, vampiros de letras, que serán nuestras propias publicaciones online y suscritas bajo el signo que nos identifica y con fecha la estaca que pueda poner fin a vuestra existencia, pues por mucho que pretendáis haceros como propias las obras ajenas, carecéis del elemento esencial preciso para que existan: la capacidad de racionalizar las ideas ajenas y transcribir una obra propia.
Se puede pensar: "bien, a ti nadie te conoce, puedo hacer propia tu obra, inscribirla en el registro, y gozaré de la presunción de autor, siendo tú, desconocido, el que deberá promover un proceso que rompa la presunción legal". Ciertamente, el artículo 27 del Reglamento del Registro de Propiedad Intelectual da apariencia de que los derechos inscritos son del titular en los términos que se publican en el registro, pero es solo eso, una presunción iuris tantum. La diferencia entre una presunción iuris et de iure de una iuris tantum radica en que mientras la primera confiere al hecho que acaece una existencia y una consecuencia indiscutible y que no requiere ni admite prueba en contrario, la presunción iuris tantum otorga al que le beneficia un mejor posicionamiento al no requerir probar la existencia del hecho (por la presunción ya goza del derecho), pero el que lo contradiga podrá instar prueba que desvirtúe esa presunción y obtener un reconocimiento del derecho, y es lo que impera en materia de propiedad intelectual. Puede que resulte tentador intentar burlar al destino publicando bajo nombre propio lo que es de otro, mortal desconocido, mas ¿cómo defender posteriormente en otra obra la autenticidad y originalidad si pesa sobre tus espaldas el sacrilegio de la usurpación? Se arrastrará la losa de la usurpación y el plagio con desprestigio del propio autor.
Y se puede probar por múltiples vías. Entre ellas la pública difusión, incluso gratuita como es este medio que empleamos, las copias que de las mismas hacemos en soporte digital dejando constancia de fecha, o como este pequeño comentario, que viene a consagrar la cita de la obra de otro y le da una existencia autónoma y con ello antigua.
No es el que antes llegue al Registro de la Propiedad Intelectual el amparado por los derechos de propiedad intelectual, porque son “objeto de propiedad intelectual todas las creaciones originales literarias, artísticas o científicas expresadas por cualquier medio o soporte, tangible o intangible, actualmente conocido o que se invente en el futuro” (artículo 10 de la Ley de 1996) por lo que se ampara a su auténtico autor, no al usurpador que rápidamente inscribe. ¿Desea hacer propias las palabras? Compre los derechos, pero sin olvidar que solo hay una paternidad en las obras: el del creador. ¿Quiere disfrutar de las virtudes del reconocimiento como autor? Elucubre. El detonante para escribir empieza por lectura, le sigue el razonamiento interno, y después llega el instante de transmitir nuestras convicciones.
No cabe duda que la principal conducta ética que cabe esperar de todo aquél que quiere transmitir algo es dejar constancia de si es algo propio, si es ajeno o si siendo ajeno, modula, completa o introduce sus discrepancias, pero debe citar las fuentes, aun cuando cada vez se hace más difícil en la sociedad de la información global, donde uno expone una idea, otro la recopila sin cita que a la vez sirve de idea a un tercero que la transcribe nuevamente. Entre las indicaciones éticas de Dragon se pone de manifiesto el hecho de que se diga "obtenido de la red", y si bien ha llegado con claridad el mensaje y lo entiendo y lo comparto, aprovecho para solo puntualizar lo evidente: en ocasiones disponemos de una información obtenida de un espacio de la red, pero desconocemos rotundamente el origen. En este supuesto, al menos el nuncio cumple con esa función propia, transmite el mensaje sin hacerlo propio. Ni todos son rigurosos con las fuentes ni siempre podemos hacernos con las fuentes, pero es preciso reservar a nuestra firma lo que es nuestro, y dejar constancia manifiesta de lo que no es nuestro. Y por otro lado conviene distinguir la burda copia de lo que son argumentaciones que constituyen resumen de lo leído en multiples espacios distintos, en los que sabes que el concepto no es original, pero quieres nutrir al público de ese mensaje, y si no se puede ser riguroso con la fuente, cuando menos ser lo más honrado y humilde que te permita la situación.
Pondré un ejemplo. Soy poseedor de abudante documentación de temática BDSM, me atrae (pese a no ser aun practicante por no haber surgido la ocasión) el bondage, y he tenido la gran oportunidad de leer y tener publicaciones de Alfil sobre la materia. Por el respeto que me merece su labor didáctica me cuidaré bien de usar sus intervenciones y nunca haré pasar sus intervenciones como propias. Pero sus intervenciones son prolijas y en distintos foros, lo que hace difícil recordar en dónde leí sus grandes aportes. Pues bien, recientemente surgió una conversación sobre cuerdas en un encuentro en Barcelona. Vinieron a mi mente algunas de sus consideraciones y las transmití (cuerdas de material sintético, de algodón, nudos, riesgos) y cité al mismo, al Sr Alfil, como uno de los que merece mi respeto, pero era imposible deslindar en mis muy pequeños aportes dialécticos lo que era de Alfil de lo que era de otros, pues por esa pasión que siento por la inmovilización, me he hecho con algunos sencillos libros de nudos, donde se nos habla del alma, cabos, senos... y no soy capaz de rememorar en mi memoria todos los autores que he llegado a leer... Desde aquí, un cordial saludo al Sr Alfil al que no conozco personalmente pero del que he leído abundante documentación y al que respeto y admiro por las multiples consideraciones que ha hecho en la materia. Por lo que, al menos desde mi punto de vista, la condición de conducta ética cuando resulta díficil saber en que punto concreto de nuestra información estamos influidos o nutridos de una publicación determinada queda salvada en el mismo momento en que nos desposeemos de la titularidad para manifestar que la misma tiene su origen en otra persona o en ciertos foros. Ello no autoriza, eso sí, a que al amparo de lo que dicen otros, creemos un espacio público que sirva exclusivamente para copiar aportes ajenos, pues en tal caso no nos convertimos en autores o comentaristas, sino en editores, y eso es otro derecho distinto, y ahí sí que se integra como comportamiento ético reprobable al que se refiere el Sr Dragón, pues nos ofrecemos como transmisores de información sin aportar nada nuevo ni llevar a cabo acto de creación humana alguna. Se cumple entonces el mismo fin con una página de enlaces. En el momento en que la sucesión de publicaciones o aportes se dirijan a incluir los textos de otro, diluimos el derecho que tiene su autor para controlar la difusión de la obra, salvo que se autorice a la difusión. También la edición y difusión tienen su marco legal en la Ley de propiedad intelectual y debe ser respetado, siendo que la divulgación y como se ejecute es un derecho del autor (art 14 de la ley de propiedad intelectual).
Comparto con cierto sector doctrinal el criterio de que todos nosotros somos el resultado de la ciencia y conocimiento que la sociedad nos aporta, y que las ideas que transmitimos no son más que elucubraciones de desarrollo y evolución de las anteriores ideas transmitidas, pero la originalidad de la obra está en el potencial de poder elaborar una idea nueva aun cuando su sustrato venga de la vieja. Pero siempre hay una idea embrionaria, respetemos al progenitor de ese embrión, y por lo menos citemos la fuente, es lo menos que podemos hacer por aquel que dedica tiempo y esfuerzo por transmitir una idea. Para ello se ha previsto en la norma el derecho de cita, que no hace el contenido nuestro, sino que pone de manifiesto las palabras que ha dicho otro, detonante de nuestra explicación. Respetemos estos autores. No nos convirtamos en un Corso.

somiador-bcn 25/07/2013

Enlace a la fuente del artículo Vampiros de ideas:
http://alicantebdsm.wordpress.com/2013/07/23/vampiros-de-ideas-los-estafadores/
 

2 comentarios:

  1. Genial artículo Sr. somiadorbcn!!

    Exagera usted al atribuirme parte del mérito en la inspiración de él. Se nota que ya andaba usted tiempo dándole vueltas al tema...

    En cierta forma, es perfecto como complemento del mío (o el mío del suyo, tanto monta...), pues el mío se centra más en aspectos éticos y humanos más que legales.

    Conozco muy bien esa sensación que describe usted cuando dice que a veces al escribir "duda" sobre si algunas cosas no son de su autoría directa. Y coincido en que:

    "... todos nosotros somos el resultado de la ciencia y conocimiento que la sociedad nos aporta, y que las ideas que transmitimos no son más que elucubraciones de desarrollo y evolución de las anteriores ideas transmitidas..."

    Así es. Somos el resultado de nuestras experiencias directas, pero también de las que los demás nos transmiten. A mí me pasa a veces lo mismo: cuando me interesa un tema, procuro documentarme al máximo, y al final cuando obtiene sus conclusiones no puede evitar que se cuelen las ideas recibidas de otras personas. Además, hay veces que es imposible expresar mejor o de otra forma lo que otros han expresado. Pero es, como usted bien dice, algo muy diferente a hacer propias TODAS las ideas ajenas y en la misma forma.

    No es lo mismo decir: "Según Alfil, esto es así" si no tenemos más conocimientos que esos, que decir: "Según Alfil, y mi experiencia corrobora, esto es así..." o decir, sin haber tocado jamás una cuerda y habiendo leido tan solo a Alfil: "ESTO ES ASÍ".

    Mis respetos,

    Dragón

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  2. Hace tiempo que siento preocupación por el tema debido a una decisión tomada, pero desde luego jamás se me hubiese ocurrido poner nombre tan acertado como el de vampiro... por lo que no reste sus méritos Sr Dragón...no le reste sus méritos, que este aspecto jurídico (escueto) no se habría producido sin elocuente aporte suyo, y no pretendía dejar en su espacio toda la parrafada que este contiene, por lo que me decidí por darle el toque jurídico a su intervención y hacer el enlace que se merece... y desde aquí agradecerle el comentario y su referencia en ese su estimado espacio que es el blog... eternamente agradecido
    somiadorbcn

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